Por Arturo Huicochea*
No le queda claro a la sociedad mexicana cómo y cuándo va sentir los efectos de las reformas transformadoras, particularmente la energética; mucho menos sabe si la afectación será para bien o para mal y, seguramente por eso, parece incrédula, cuando no desinteresada. Con su proverbial sabiduría, intuye que hace falta la garantía de que en esta ocasión si se cumplirá el augurio de una vida mejor.
Ávidos de persuadirla, se han formado dos grandes bandos de promotores y agresores, grupos que, a raíz de la promulgación del lunes pasado, han tenido desplazamientos; unos hacia un optimismo exacerbado, otros hacia el realismo crítico. Ante los hechos consumados, los primeros procuran contagiar su entusiasmo; dada la irreversibilidad de lo aprobado, los segundos intentan sembrar dudas. Este nuevo capítulo del debate da lugar a una duda razonable: por qué esta reforma, a diferencia de otras decisiones importantes del pasado reciente, si garantiza el salto cualitativo del país en desarrollo al país desarrollado; por qué ésta si nos va a llevar del ya merito, al ya la hicimos, para expresarlo coloquialmente.
Si como se ha dicho, cada reforma es benéfica en sí misma, pero en conjunto se potencian unas a las otras, y juntas son todavía mejores, como los engranajes de una maquinaria de precisión, en la que todos sus componentes se afectan y se complementan, pareciera faltar lo que en mecánica se denomina el “engranaje planetario”.
Llamado “piñón”, el engranaje de menor tamaño, pone en movimiento a otros mayores y, todos en conjunto, forman un “tren”. Cuando alrededor de éste se instala un engrane más grande que se articula y envuelve a todos los demás, se crea un “engranaje planetario” que, además de que potencia a los que contiene, asegura el funcionamiento perfecto y duradero de todos, y canaliza el esfuerzo colectivo para una finalidad superior.
Eso es lo que la gente intuye que falta; una garantía de que las once reformas, desde la laboral hasta la energética, pasando por la educativa, la hacendaria, la de competencia económica, la de telecomunicaciones, la electoral, la de transparencia, la financiera, la de amparo y la de procedimientos penales, cuenten con el engranaje planetario que asegure no sólo su funcionamiento armónico, sino benéfico, en términos de: paz con seguridad, trabajos mejor remunerados, justicia y, en suma: bienestar expresado en calidad de vida conforme al potencial del Siglo XXI.
Dicho “engranaje planetario” podría aportarlo una nueva reforma constitucional, que asegure un desarrollo nacional asimétrico, acelerándolo en las regiones menos favorecidas, que ponga a absolutamente todas las autoridades, no sólo a las federales, a trabajar para construir una sociedad más igualitaria, que a todos asigne nuevas y recargadas responsabilidades y los recursos necesarios para cumplirlas, en un clima de creciente participación social y de transparencia total encaminada a la la eficiencia. Al país le falta “el engranaje planetario” que bien podría aportar la reforma del federalismo mexicano.
*Coordinador de Estrategia del CEN del PRI.
@HuicocheaAlanis